
Pues
sí. El jugador de ajedrez es una
historia bien contada, nada sorprendente, parecida a las miles de historias
similares que debieron tener lugar en ese tiempo tan terrible para Europa: los
años 30 y 40.
Todo
comienza con el encuentro entre un jugador de ajedrez que acaba de ganar el
campeonato de España y una mujer francesa: se enamoran, claro. Llega la guerra
y los tibios y equidistantes lo tienen mal (siempre lo han tenido mal): acaban
marchando a París, ya casados y con una hija. Allí se encuentran con la
invasión nazi y con nuevos problemas.
Me
gusta la historia. No la desvelo. Está bien narrada, con pulso, con una
ambientación fabulosa, que me creo desde el principio hasta el final, como si
estuviéramos allí y entonces. El director no se dedica a esos mareantes cambios
de tiempo, lo agradezco; no la complica innecesariamente. En ese sentido, es
una película académica.
Los
aficionados al ajedrez disfrutarán aún más porque se desarrollan unas cuantas
partidas. Parte de la trama es el juego. Y también ese tablero que fabrican en
la cárcel con tiza y cuyas fichas construyen con la cal húmeda de las paredes.
Buenas
interpretaciones aunque, para mi gusto, el protagonista (Marc Clotet) es un
poco blandito y a veces no me lo creo.
Magnífico
final. Esperado y previsible, pero estupendo. Podría seguir 15 minutos más,
pero para qué, es perfecto.
Título original: El jugador de ajedrez.
Año: 2017.
Nacionalidad: Española.Duración: 98 m.
Dirección: Luis Oliveros.
Guión: Julio Castedo.
Música: Alejandro Vivas.
Reparto: Marc Clotet, Melina Matthews, Alejo Sauras, Stefan Weinert, Mike Hoffmann, Andrés Gertrúdix, Pau Durà, Lionel Auguste, Maarten Dannenberg, Christian Stamm, Juan Del Santo, Blanca Zurdo…
Puntuación: 7 (sobre 10)