
Pero...
Demasiados peros.
La película
empieza bien: un grupo de presidentes latinoamericanos están en una cumbre en
medio de los Andes chilenos (paisaje de ensueño). El argentino tiene un
problema personal, su hija más bien, pero le salpica. Hace que vaya allí.
Podrían ser
elementos magníficos, que se entrecruzan y forman un thriller estupendamente
narrado. Pero no.
La película,
una vez presentada, se pierde en vericuetos que no van a ninguna parte, en
subtramas poco explicadas y mal integradas en la narración central. En no pocos
casos, todos los tópicos aparecen (el malvado vecino estadounidense, la afición
argentina por el psicoanálisis...)
Me molesta
especialmente la historia mal contada de la hija y esa especie de recuerdos
falsos que no sabemos qué son ni para qué los introduce el director. Tampoco el
final nos lo creemos.
Lo de la
conversación con los estadounidenses es de traca, de peli de buenos y malos,
una pena.
Y el papel
de la periodista española (Elena Anaya, que a veces parece argentina y otras
no), con sus entrevistas irrelevantes y pseudotrascententes...
De la escena
con la amante, mejor ni hablar. ¿Para qué? El postizo más innecesario.
A la
película la salva Ricardo Darín, imperial, como siempre. Los planos en los que
aparece casi hacen obviar una película desordenada, con poco sentido, que se
titula así como se podía haber llamado de otro modo.
Falta un
buen guión. Tiene cosas, pero no es una buena película.
La música es
magnífica de Alberto Iglesias, pero al servicio de un misterio que cada minuto
lo es menos o nos interesa menos.
Un
espectador roncaba. No me extraña.
Título
original: La cordillera.
Año: 2017.
Duración:
114 minutos.
Nacionalidad:
Argentina.
Dirección:
Santiago Mitre.
Guión: Santiago
Mitre.
Música:
Alberto Iglesias.
Reparto: Ricardo
Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Paulina García, Alfredo
Castro, Daniel Giménez Cacho, Elena Anaya, Leonardo Franco, Christian Slater…
Puntuación:
3 (sobre 10)