
Vamos por partes.
Las interpretaciones, soberbias. Dicen algunos que mejor ella (Felicity Jones)
que él (Eddie Redmayne). No estoy seguro, aunque comparto el hecho de que ambos están
estupendos en sus papeles, que abarcan un buen número de años y en los que hay
una transición caracteriológica notable. No me parece relevante dirimir quién
está mejor.
Lo que más me
gusta es la primera parte. Un muchacho con un cerebro privilegiado que busca
una teoría que unifique la mecánica cuántica y la relativista. Casi
nada. Una escena es memorable: la que muestra a ella explicándole al profesor de
música esas dificultades con un guisante y una patata. Las referencias a
Einstein son magníficas, aunque escasas, y el atrezzo con tipos como Rutherford o Penrose muy poca cosa. Porque
creo que el público que puede ver esta película no está pensando solo en el
drama personal de un inválido, sino en su lucha frente a la enfermedad al mismo
tiempo que se produce ciencia. O yo soy muy rarito, puede ser.
La segunda parte
no me interesa tanto; se centra en su peripecia personal, poco más. Y hay una
especie de conferencia sonrojante, prescindible. Tampoco me gusta cómo resuelve
o explica su divorcio. Y, por descontado, el lamentable y previsible pase de
cartelitos al final.
Título original: The Theory of Everything.
Año: 2014.
Duración: 123 m.
País: Reino Unido.
Director: James
Marsh.
Guión Anthony
McCarten (basado en la novela de Jane Hawking).
Música Johann
Johansson.
Fotografía Benoît
Delhomme.
Reparto Eddie Redmayne, Felicity Jones, Charlie Cox, David
Thewlis, Emily Watson, Simon McBurney, Charlotte Hope, Adam Godley, Harry
Lloyd, Maxine Peake, Joelle Koissi, Zac Rashid, Hugh O'Brien, George Hewer,
Georg Nikoloff, John W.G. Harley