
Emmanuelle es una
sucesión de escenas de sexo suave, envueltas en un agradable papel de celofán
supuestamente transgresor, mecido todo ello con una música aún más sugerente, falsamente
sugerente; y machacona, por cierto.
Una
mujer acude a Bangkok y su liberado marido le insiste en que profundice en el
erotismo, excelente excusa para hacerlo él también con las otras mujeres
occidentales, a la vez que frecuenta tugurios en los que alguna joven local
bailotea lánguidamente o fuma vaginalmente.
Emmanuelle se escandaliza
cuando su joven amiga se masturba ante ella, pero inmediatamente lo hace ella
misma mientras recuerda dos inverosímiles polvos en un avión.
Y después un provecto anciano la inicia… no sé muy bien en qué. Esa marginalidad blanda no me la creo. Pero hay que hacer una peli y algo hay que filmar
De modo
que, tras muchos años, vuelvo a ver Emmanuelle.
Y me aburre de nuevo, que es lo peor que puede pasar en una película erótica.
Noto que carece de fuelle, que su argumento es de una endeblez insultante y que
sólo se sostiene por la belleza sustancial de Sylvia Kristel, que hace lo que
puede y que -dicen- nunca fue capaz de salir de ese papel.
Termina
la película. Comienza Emmanuelle II. La
antivirgen. Apago la tele y me voy a leer.
Título original: Emmanuelle.
Año: 1974.
Duración: 92 minutos.
Nacionalidad: Francia.
Dirección: Just Jaeckin.
Guión: Jean-Louis Richard (Novela:
Emmanuelle Arsan).
Reparto: Sylvia Kristel, Marika Green, Daniel Sarky, Alain Cuny, Christine Boisson, Jeanne Colletin…
3 sobre 10