domingo, 15 de febrero de 2015

LA TEORÍA DEL TODO

Mucha pena y poca ciencia. Creo que es una película fallida por defecto, por falta de atrevimiento intelectual y por un exceso de melodrama innecesario.

Vamos por partes. Las interpretaciones, soberbias. Dicen algunos que mejor ella (Felicity Jones) que él (Eddie Redmayne). No estoy seguro, aunque comparto el hecho de que ambos están estupendos en sus papeles, que abarcan un buen número de años y en los que hay una transición caracteriológica notable. No me parece relevante dirimir quién está mejor.

Lo que más me gusta es la primera parte. Un muchacho con un cerebro privilegiado que busca una teoría que unifique la mecánica cuántica y la relativista. Casi nada. Una escena es memorable: la que muestra a ella explicándole al profesor de música esas dificultades con un guisante y una patata. Las referencias a Einstein son magníficas, aunque escasas, y el atrezzo con tipos como Rutherford o Penrose muy poca cosa. Porque creo que el público que puede ver esta película no está pensando solo en el drama personal de un inválido, sino en su lucha frente a la enfermedad al mismo tiempo que se produce ciencia. O yo soy muy rarito, puede ser.

La segunda parte no me interesa tanto; se centra en su peripecia personal, poco más. Y hay una especie de conferencia sonrojante, prescindible. Tampoco me gusta cómo resuelve o explica su divorcio. Y, por descontado, el lamentable y previsible pase de cartelitos al final.

Título original: The Theory of Everything.
Año: 2014.
Duración: 123 m.
País: Reino Unido.
Director: James Marsh.
Guión Anthony McCarten (basado en la novela de Jane Hawking).
Música Johann Johansson.
Fotografía Benoît Delhomme.
Reparto Eddie Redmayne, Felicity Jones, Charlie Cox, David Thewlis, Emily Watson, Simon McBurney, Charlotte Hope, Adam Godley, Harry Lloyd, Maxine Peake, Joelle Koissi, Zac Rashid, Hugh O'Brien, George Hewer, Georg Nikoloff, John W.G. Harley


martes, 10 de febrero de 2015

LOREAK (FLORES)

Este año he visto mucho cine de por aquí. No soy de esos que dicen que no les gusta el cine español. Tampoco de los contrarios, castizos más o menos del terruño, la pertenencia y esos romanticismos tan estúpidos como peligrosos. A mí me gusta el cine. Y, si no fuera por las localizaciones, la temática o el idioma, ni siquiera sería capaz de distinguir una procedencia de otra.

Ayer vi Loreak. Una estupenda película. Sus cualidades son muchas, pero probablemente una de las mayores sea el tono y la temática. Cuando constatamos año tras año que se repiten una y otra vez los mismos asuntos, como una regeneración infinita del día de la marmota, Loreak sorprende por su  tema y por su desarrollo, por su novedad.

No la voy a destripar; sólo un poco. Una mujer comienza a recibir flores cada jueves. De la extrañeza se pasa a la complacencia. ¿Quién las envía? Por otro lado, un matrimonio con muy distintas personalidades vive conflictivamente la relación con la madre de él. Un accidente unirá las dos historias y dará un tono entre poético y de misterio al resto de la película.

De la fotografía no diré apenas. Cualquiera que conozca el País Vasco se dará cuenta de que no hay mucho que alterar: basta con saber filmarlo. Lo mismo de la música, necesaria y apenas percibida, discreta en su importancia. Ambas cumplen su función al servicio de la historia, sin estridencias ni esteticismos.

Los actores, y especialmente las actrices transmiten, lo que es muchísimo. Son creíbles, sencillas, personas de la calle, del rellano de la escalera, del trabajo. Nada que añadir acerca de ellas, excepto la necesidad de inundarlas con flores por ese regalo, por esa proximidad, por la verdad de sus interpretaciones.

Destacaría también la escena de la Facultad de Medicina y la voz del profesor. Me recuerda a Despedidas.

Y los silencios, con una función narrativa que pocas veces he visto. Especialmente, el silencio final tras la pregunta de Ane, que es también el comienzo de la liberación y el círculo que se cierra, nuevamente con flores.

La película es pura poesía en una historia posible. Relaciones humanas con un tratamiento en absoluto banal ni innecesario.

Estoy pensando que se fue de vacío en la gala de los Goya. No sé si otras lo merecen más, pero sí sé que casi todo en esta película merece premios y reconocimiento. Tampoco sé si el hecho de estar rodada en euskera tiene algo que ver; a mí, que suelo ver cine en versión original, me gustó hasta eso: nunca había estado hora y media oyendo a personas hablar en vasco. Eskerrik asko. Gran película.


            
Título original: Loreak.
 Año: 2014.
Nacionalidad: Española.
Guión: José María Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi.
Música: Pascal Gaigne.



8 (SOBRE 10): MUCHOS GOZOS Y POCAS SOMBRAS

jueves, 5 de febrero de 2015

COMO LA SOMBRA QUE SE VA

Muñoz Molina nunca decepciona. Éste es un libro raro. Aquí se mezclan tres en uno. Por un lado, la historia del asesino de M. L. King, que se escondió unos días en Lisboa antes de seguir huyendo hacia Londres. En segundo lugar, el propio AMM, que viaja a esa ciudad para impregnarse de sonidos, colores y olores. Completa la triple perspectiva un autor que revisita la ciudad 25 años después.

Cualquiera de ellas daría para una novela excelente. La mezcla también lo es, aunque sea un texto raro, que es novela pero no es ficción, que es ensayo, especialmente un ensayo sobre la literatura y el oficio de escribir. Y también sobre los fantasmas del escritor. Y, por último, es una biografía, al menos la biografía de un escritor en un cuarto de siglo.

No obstante, tengo mis preferencias. Lo que más me conmueve es la huida del escritor, con un hijo de pocos días, que necesita estar en la capital de Portugal. Y hacerlo en soledad. Todos los que hemos estado allí nos sentimos reconocidos, esos azulejos, ese olor a mar, esas calles silenciosas, de herrumbre y lentitud, de melancolía, de Pessoa. Y también de jazz; para algunos Lisboa no solo es la capital del fado, sino un lugar de jazz desde que leímos aquella novela que buscaba el autor.

AMM hace un ejercicio de reflexión sobre sí, que incluso llega a incomodarme. Porque no es generoso consigo mismo. Tampoco cruel, pero no se ahorra la culpa ni la vergüenza por unos hechos de su vida que expone sin querer hacer daño, tal vez excepto a sí mismo. Y también el reencuentro con el sentido, con Elvira Lindo (a la que siempre se dirige mediante el “tú”).

El texto concluye con la pareja visitando Lisboa, donde el hijo reciente de AMM vive ahora con su novia. Se cierra el círculo, terminan las muchísimas páginas que he saboreado con delectación, con parsimonia. No es el mejor de sus libros, pero seguramente es el más personal. Y siempre un placer, un regalo.



Título original: Como la sombra que se va.
Autor: Antonio Muñoz Molina.
Editorial: Seix Barral.
Edición: 1ª.
Lugar: Barcelona.
Año: 2014.
Número de páginas: 531.
Precio: 21,90 €.


8 (SOBRE 10): MUCHOS GOZOS Y POCAS SOMBRAS